Tal vez la muerte no sea digna
de tan grandes lamentos.
Humberto Díaz-Casanueva
Hay un poema, aunque de origen extranjero y que siempre comento en las aulas de clase, de un parentesco filosófico con Heidegger, que me gustaría traer a colación en estos momentos de reflexión existencial. Una meditación profunda sobre la vida misma frente los males de la contemporaneidad.
Roberto Juarroz (1925-1995), poeta y ensayista argentino, nacido en Dorrego (provincia de Buenos Aires), deja en sus poemas cierta familiaridad con el creacionismo del chileno Vicente Huidobro y, a través de él, con el simbolismo del francés Stéphane Mallarmé.
Juarroz nos regala este Poema Uno, de sus volúmenes Poesía Vertical (1958), de un lenguaje sencillo y conceptual, un llamado, un despertar para el hombre y la mujer de hoy.
Poema Uno
¿Qué le quita el árbol a la mirada?
¿Qué le quita la mirada al árbol?
¿Qué queda de uno en otro?
Ni siquiera somos capaces
de recoger un grano de polvo
de aquello que pasa a nuestro lado
Pero, por otra parte,
¿hay alguien que recoja un grano de polvo
de quienes pasamos al lado de todo?
Nos miramos, nosotros y las cosas,
y hasta quizás nos reconocemos
como estatuas de sal.
Ancestrales automatismos
nos ubican a unos junto a otros.
Todos pasamos.
pero nadie es capaz de detener un color
o un perfume,
de recoger el movimiento de una hoja
o un párpado,
de conservar nada más que hasta mañana
el brote de una pequeña armonía.
Nadie detiene nada,
ni aun adentro de sí mismo.
Y el viejo sueño es ese: detenernos.
Que alguien o algo nos detenga.
Porque ni aun la muerte nos detiene:
tan sólo nos destruye.
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