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Del libro de las poéticas



Mis fragmentos de pronto han sido tocados
por el rayo de la totalidad.
Rafael Arráiz Lucca


La poesía citadina tuvo sus primeras apariciones en la década de 1960 con Juan Calzadilla, poeta y crítico de arte venezolano, nacido en el estado Guárico en 1931. Su obra poética refleja el espacio urbano visto desde el laberinto; la ciudad como una madeja cruzada por el imaginario literario y vista desde la violencia, todavía lejos de la cotidianidad trasformadora.
Para Calzadilla, la poesía (o anti-poesía) es una eterna reflexión; un imbricamiento con las artes plásticas; una trasgresión hacia las tradiciones literarias a través de un lenguaje instrumental. Desde El Techo de la Ballena, agrupación literaria liderada por él, se inicia una ruptura frente a los valores establecidos en Venezuela para el momento y, es en Dictado por la Jauría, donde atina a esos espacios perturbadores y enajenantes.
En el Libro de las Poéticas (2006) el poeta nos muestras esa constante preocupación por el nacimiento del poema, la ironía y el tema de la muerte. He aquí una pequeña muestra para deleite de los lectores.

La puerta del espacio
No escribo sobre aquello que pasa por mi cabeza.
Más bien escribo sobre aquello por lo que mi cabeza pasa.
Vivo solo, encerrado en mi cuerpo.
Yo soy mi universo y mi solo firmamento.
A veces desde afuera una corriente de aire entre
cuando se abre la puerta y un montón de cosas
viene a instalarse en mi mesa.
¡Cuánto desearía yo que como la puerta
mi cabeza pudiera abrirse siempre!
pero, ay, esto ocurre sólo algunas veces.

Epitafio
En mi entierro iba yo hablando mal de mí mismo
y me moría de la risa.
Enumeraba con los dedos de las manos
cada uno de mis defectos.
Y hasta que permití delante de la gente
sacar a relucir algunos de mis vicios
como si me confesara en voz alta y en la vía pública.
Comprendo que esto no es usual en un entierro
ni signo de buen comportamiento.
Un ciudadano cabal, aun estando muerto
-cuando es él el centro de la atención-
debe guardar las apariencias
y cuidar de no exponerse al ridículo.

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