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Metaphoram



Si llego a amarte por favor que no lo sepa el viento.
Tomasa Ochoa Cordero

En esta primera entrega quiero hablar de una pequeña im-pertinencia literaria dentro del quehacer poético: ¿Qué sería del poema sin la grandiosa metáfora, madre de todas las imágenes? Con frecuencia le llaman poema o poesía a cualquier escrito o pensamiento porque expresa alguna emoción, pero en la realidad poética -o irrealidad- sólo la imagen, la más grande: la metáfora, deja al descubierto el poema; éste se levanta y cobra vida; a su vez ella se alimenta de realidades contrarias, de opuestos y, mientras más lejanas, entonces más bella y más grande será. El poema, cuando se encuentra preñado de metáforas, existe, cuando no, se cae, se destruye, se niega a sí mismo. Tomasa Ochoa Cordero (1915) poeta y pintora montalbanera, a quien tuve la fortuna de conocer en casa de la familia Flores Chirivella, nos muestra desde Viento de sequía sobre el arado, estos poemas, donde la sublime metáfora, trasciende y justifica el lenguaje mismo generador de poesía para el deleite de todos. Tomasa, definitivamente, tuyo es el trinar de las aves que vienen del paraíso.


  • Ámame
Nútreme de esperanzas
en cualquier noche como otras
aunque de cansancio
la luna desvanezca
y los luceros curiosos
no puedan abrir sus ojos.



  • Agonía
Si te dijeran
que el azul de tus ojos
lo robaste del mar
y el enfado de tu sangre
a la noche gris,
yo diría
la calma que hoy reflejan tus pupilas
pudo ser mía.



  • Once
Mirada triste de mar ausente,
ojos que roban sin ser vistos,
aguas turbias que aclaran al verme
si el viento agita sus cabellos.
Recuérdenme
y por vida santa
díganle si lo ven
que estuve aquí.


  • Víspera de los inocentes
Nunca digas que eres
el hombre a quien amo.
De enterarse el mundo
mi mente quedaría sin luz
y mi sangre sin calorías
ya que es un enigma
este amor sagrado.

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