Cuando supe la mala noticia me desplomé en silencio, en llanto, en frío, en un dolor indescriptible. Más de 10 años conociendo a Lucila, escribiendo sobre ella, investigando sus temas. Su visita a Valencia, en 1998, para la presentación del libro Lucila Velásquez, 50 años de Creatividad de la Palabra Poesía 1949-1999. Caracas, Venezuela: Fondo Editorial Fundarte, Alcaldía de Caracas, dejó en mí y en José Napoleón Oropeza, profundos y gratos recuerdos.
Lucila Velásquez dejó la tierra el lunes 28 de septiembre, a la 1:15 de la tarde; quedaron sus sueños en mis manos; en plena investigación de mi segunda tesis sobre su obra. Lucila Velásquez (Olga Lucila Carmona Borjas), San Fernando de Apure [1928-2009]. Color de tu recuerdo (1949); Amada Tierra (1951); Los Cantos Vivos (1955); Poesía Resiste (1955); En un pequeño cielo (1962); Tarde o Temprano (1964); Indagación del día (1969); Claros Enigmas (1982); Acantilada en el Tiempo (1982) y Mateo Manaure (1989), El Árbol de Chernobyl (1989), Algo que Transparece (1991), La Rosa Cuántica (1992), El Tiempo Irreversible (1995), La Singularidad Endecasílaba (1995), La Próxima Textura (1997) y Se hace la luz (1999).
Lucila Velásquez es uno de los pilares fundamentales de la lírica actual en Venezuela; su lenguaje, inserto en el mundo científico y el poético se coloca frente al espejo para producir la maravillosa imagen de la corriente estética de la Cienciapoesía, donde ella es su principal artífice.
Lucila, para ti, mis versos, y un pequeño trabajo publicado en Tiempo Universitario, el periódico de la Universidad de Carabobo, el 13 de julio de 1998.
Chernobyl
átomo enfurecido
átomo naciente de energía
núcleo, molécula, partícula de sombra
desatada en gases agresivos
queriendo seguir hasta la tierra
que estremece los brazos oscilantes del mundo
que une las verdades nucleares
que siente el parpadeo
de las nubes poderosas del uranio
gigantesco árbol de Chernobyl
encauzado por las rutas y el viento
ante tanta noche fallecida
ante tanta energía desatada
Lucila Velásquez, el Cosmos y La Próxima Textura
En la poesía de Lucila Velásquez, y especialmente en el poemario La Próxima Textura, publicado por Monte Ávila Editores y Fundarte, se conjugan perfectamente dos mundos aparentemente irreconciliables: el científico y el literario. El desarrollo semántico de esta cadena espacio-temporal de la belleza, se encuentra enmarcado extraordinariamente, por una fuente inagotable de metáforas que nacen, como una “nueva realidad” de su visión de la vida y el sueño. Átomo, luz, materia, naturaleza y cosmos, danzan al unísono con Lucila Velásquez evocando la soledad del hombre en el universo infinito; rasgos exquisitos de una poética postmoderna.
El tiempo y la eternidad se toman de la mano para la transfiguración del ser. ¿Acaso las particularidades del alma humana nos vienen de las características mismas del mundo cósmico? El movimiento de los astros y sus distintas facetas son ritmos angulares de nuestro espíritu dentro de esa poesía; los conceptos opuestos y las nuevas realidades van más allá del cosmos y la vida. Así lo podemos observar en el poema destello:
si el movimiento de la serenidad
es el estado conjuntamente lógico
del gesto de sus partes
si la mente en día de descanso
impregna el intervalo de su cuerpo
es probable que se acerque un destello
y la naturaleza alguna vez resalte
lo que Anaxágoras tiene en común con los astros
El personaje principal de quien se habla, es el cosmos. La realidad cósmica, palpable, y su belleza real, radican precisamente en el concepto poético de lo que se encuentra más allá de dicha realidad, lo que el común de los hombres no puede ver. Sólo el poeta y, especialmente Lucila Velásquez, logra establecer ante nuestros ojos, valiéndose de la metáfora, semejante espectáculo existencial.
El ser humano, en unidad con el Cosmos, producto de la energía incalculable del universo, es mucho más que la suma de las partes, lo que hace posible al individuo espiritual. ¿De dónde nace entonces nuestro desbordamiento de amor? ¿A qué se deben las ráfagas subterráneas del sentimiento de los hombres? En in vivo o in vitro, encontramos la respuesta:
a sangres que amanecen
sacudiéndose el cuerpo con los pájaros
a poros de permeables selecciones
que respiran las cosas que más aman
a saltaciones en la condescendencia
de sucesivas formas de pensar
y sucesos de azar en los nucleótidos
de los precipitados del amor
El individuo es parte del cosmos y el cosmos fluye en él; es un ser integral con la naturaleza misma de las cosas y de la belleza que en ésta se observa como elemento esencial del universo, de lo real, producto del sueño y la imaginación. El lenguaje, medio para la realización de este viaje insólito al espacio-tiempo sideral, se manifiesta por sí mismo sin necesidad de explicaciones. Ese es el principio que Lucila Velásquez nos ofrece en integridad:
tal cual es el hombre
un ser individual
y al mismo tiempo
la criatura múltiple
del medio ambiente de la soledad
así las unidades de lo íntimo
también son la medida del entorno
Pero esa integridad no es sólo con el cosmos, también es la integridad del hombre en sí mismo a través de su lenguaje; la búsqueda de lo real en las composiciones íntimas del átomo que lo conforman; es la unidad del cuerpo y del espíritu la que hace del individuo un ente mayor y, mayor aún, si esta unidad es transfigurada en vocablos de una misma especie, encontrar la armonía en su propio núcleo.
Así, en de la naturaleza de la vida, vemos al lenguaje dar un paseo por los orígenes del hombre y de su esencia, rindiendo homenaje a lo orgánico, al carbono. ¿Cómo fue que la magia de la vida surgió de dicho elemento? Según la poeta, el habla y la poesía venían ya en las partículas atómicas-genéticas del carbono, a la par con la naturaleza y frente a los ojos del mundo. En otras carbonescencias:
el carbo en los ojos azules
de oficios solamente adorables
y sucedió lo que tanto se dijo
y entre mares y mareas
hubo un pacto de condescendencia
y a la rama mental del carbono
le creció el delirio de grandeza
y augurios de metáforas
se escucharon entre el cielo y la tierra
y eran voces del carbo de la imaginación
Y después de esta soberbia ilustración verbal del lenguaje y sus orígenes, entramos en el mundo del arte como la vida, con sus colores ceremoniales y otras vibraciones estéticas del quehacer humano. Al igual que en el Feng Shui, de la cultura oriental, los maestros buscan la manera de ubicar los objetos, combinando sus colores y sus formas para crear ambientes armoniosos. Es así como la poeta nos refleja en coloraturas, la fuerza que activa los espacios para crear la armonía del Tao; donde nuevamente nos encontramos con fuegos opuestos. Los colores tienen la particularidad de reforzar cada aspecto de nuestra vida, pero más aún, los paisajes y las formas dentro del arte pictórico:
si los lugares
y los movimientos son generados
es la materia del color
su onda partícula
la unidad que nos impulsa
y crea paisajes y otras semejanzas
Del amor a la vida de Lucila Velásquez se forma el insomnio. Con este lenguaje amoroso del espacio-tiempo y naturaleza, se descubren las fuerzas poéticas que la anuncian, más allá de la belleza de lo real y el cosmos. Su razón de ser con ella y con el mundo que la rodea parte del cosmos y hace de su lenguaje un espacio abierto al universo.
la costumbre de escrutar la noche
en la iluminación de los espejos
devuelve la incandescencia del insomnio
a una noción del tiempo
que aún demora ser alba
en el labio convicto y confeso
pronunciando el verbo amar
hasta en la sangre y los últimos besos
Con extrema ternura leemos de la libertad de la vida, donde la poeta se convierte en prestidigitadora de la naturaleza, nos cubre con sus imágenes, juega con las palabras y las coloca frente a frente con la belleza; nos describe la soledad y sus múltiples batallas como la antítesis de la libertad, la libertad del cosmos, que se encuentra en el hombre mismo. La jaula es nuestro pensamiento, las ciudades del alma, escondite. De aquí que entreguemos al lector textualmente el poema presagio:
una flor que no existe
y de pronto aparece
en los solecismos de la naturaleza
pudiera ser presagio
de una razón de ser en estado embrionario
que ya habla de sí misma
con un acento extrovertido
de la palabra de la primavera
que aún no comprenden los pájaros
ni el hombre
Y así, tomando como bandera es espacio-tiempo, la belleza y la imagen creadora que devora al hombre dentro de su soledad, Lucila Velásquez se despide en forma casi teatral. Como si estuviera frente a frente nos habla rindiendo culto al cosmos, con las rosas entreabiertas de sus manos, con la frescura que la baña, con una espontaneidad espejo de su alma, haciendo nuevas realidades:
y es soledad de sílaba
que se conjunta con el tiempo
cuando se queda a iluminar
las entrecomas y los entreabiertos
de algo que se demora todavía
hasta la próxima textura
Lucila Velásquez dejó la tierra el lunes 28 de septiembre, a la 1:15 de la tarde; quedaron sus sueños en mis manos; en plena investigación de mi segunda tesis sobre su obra. Lucila Velásquez (Olga Lucila Carmona Borjas), San Fernando de Apure [1928-2009]. Color de tu recuerdo (1949); Amada Tierra (1951); Los Cantos Vivos (1955); Poesía Resiste (1955); En un pequeño cielo (1962); Tarde o Temprano (1964); Indagación del día (1969); Claros Enigmas (1982); Acantilada en el Tiempo (1982) y Mateo Manaure (1989), El Árbol de Chernobyl (1989), Algo que Transparece (1991), La Rosa Cuántica (1992), El Tiempo Irreversible (1995), La Singularidad Endecasílaba (1995), La Próxima Textura (1997) y Se hace la luz (1999).
Lucila Velásquez es uno de los pilares fundamentales de la lírica actual en Venezuela; su lenguaje, inserto en el mundo científico y el poético se coloca frente al espejo para producir la maravillosa imagen de la corriente estética de la Cienciapoesía, donde ella es su principal artífice.
Lucila, para ti, mis versos, y un pequeño trabajo publicado en Tiempo Universitario, el periódico de la Universidad de Carabobo, el 13 de julio de 1998.
Chernobyl
átomo enfurecido
átomo naciente de energía
núcleo, molécula, partícula de sombra
desatada en gases agresivos
queriendo seguir hasta la tierra
que estremece los brazos oscilantes del mundo
que une las verdades nucleares
que siente el parpadeo
de las nubes poderosas del uranio
gigantesco árbol de Chernobyl
encauzado por las rutas y el viento
ante tanta noche fallecida
ante tanta energía desatada
Lucila Velásquez, el Cosmos y La Próxima Textura
En la poesía de Lucila Velásquez, y especialmente en el poemario La Próxima Textura, publicado por Monte Ávila Editores y Fundarte, se conjugan perfectamente dos mundos aparentemente irreconciliables: el científico y el literario. El desarrollo semántico de esta cadena espacio-temporal de la belleza, se encuentra enmarcado extraordinariamente, por una fuente inagotable de metáforas que nacen, como una “nueva realidad” de su visión de la vida y el sueño. Átomo, luz, materia, naturaleza y cosmos, danzan al unísono con Lucila Velásquez evocando la soledad del hombre en el universo infinito; rasgos exquisitos de una poética postmoderna.
El tiempo y la eternidad se toman de la mano para la transfiguración del ser. ¿Acaso las particularidades del alma humana nos vienen de las características mismas del mundo cósmico? El movimiento de los astros y sus distintas facetas son ritmos angulares de nuestro espíritu dentro de esa poesía; los conceptos opuestos y las nuevas realidades van más allá del cosmos y la vida. Así lo podemos observar en el poema destello:
si el movimiento de la serenidad
es el estado conjuntamente lógico
del gesto de sus partes
si la mente en día de descanso
impregna el intervalo de su cuerpo
es probable que se acerque un destello
y la naturaleza alguna vez resalte
lo que Anaxágoras tiene en común con los astros
El personaje principal de quien se habla, es el cosmos. La realidad cósmica, palpable, y su belleza real, radican precisamente en el concepto poético de lo que se encuentra más allá de dicha realidad, lo que el común de los hombres no puede ver. Sólo el poeta y, especialmente Lucila Velásquez, logra establecer ante nuestros ojos, valiéndose de la metáfora, semejante espectáculo existencial.
El ser humano, en unidad con el Cosmos, producto de la energía incalculable del universo, es mucho más que la suma de las partes, lo que hace posible al individuo espiritual. ¿De dónde nace entonces nuestro desbordamiento de amor? ¿A qué se deben las ráfagas subterráneas del sentimiento de los hombres? En in vivo o in vitro, encontramos la respuesta:
a sangres que amanecen
sacudiéndose el cuerpo con los pájaros
a poros de permeables selecciones
que respiran las cosas que más aman
a saltaciones en la condescendencia
de sucesivas formas de pensar
y sucesos de azar en los nucleótidos
de los precipitados del amor
El individuo es parte del cosmos y el cosmos fluye en él; es un ser integral con la naturaleza misma de las cosas y de la belleza que en ésta se observa como elemento esencial del universo, de lo real, producto del sueño y la imaginación. El lenguaje, medio para la realización de este viaje insólito al espacio-tiempo sideral, se manifiesta por sí mismo sin necesidad de explicaciones. Ese es el principio que Lucila Velásquez nos ofrece en integridad:
tal cual es el hombre
un ser individual
y al mismo tiempo
la criatura múltiple
del medio ambiente de la soledad
así las unidades de lo íntimo
también son la medida del entorno
Pero esa integridad no es sólo con el cosmos, también es la integridad del hombre en sí mismo a través de su lenguaje; la búsqueda de lo real en las composiciones íntimas del átomo que lo conforman; es la unidad del cuerpo y del espíritu la que hace del individuo un ente mayor y, mayor aún, si esta unidad es transfigurada en vocablos de una misma especie, encontrar la armonía en su propio núcleo.
Así, en de la naturaleza de la vida, vemos al lenguaje dar un paseo por los orígenes del hombre y de su esencia, rindiendo homenaje a lo orgánico, al carbono. ¿Cómo fue que la magia de la vida surgió de dicho elemento? Según la poeta, el habla y la poesía venían ya en las partículas atómicas-genéticas del carbono, a la par con la naturaleza y frente a los ojos del mundo. En otras carbonescencias:
el carbo en los ojos azules
de oficios solamente adorables
y sucedió lo que tanto se dijo
y entre mares y mareas
hubo un pacto de condescendencia
y a la rama mental del carbono
le creció el delirio de grandeza
y augurios de metáforas
se escucharon entre el cielo y la tierra
y eran voces del carbo de la imaginación
Y después de esta soberbia ilustración verbal del lenguaje y sus orígenes, entramos en el mundo del arte como la vida, con sus colores ceremoniales y otras vibraciones estéticas del quehacer humano. Al igual que en el Feng Shui, de la cultura oriental, los maestros buscan la manera de ubicar los objetos, combinando sus colores y sus formas para crear ambientes armoniosos. Es así como la poeta nos refleja en coloraturas, la fuerza que activa los espacios para crear la armonía del Tao; donde nuevamente nos encontramos con fuegos opuestos. Los colores tienen la particularidad de reforzar cada aspecto de nuestra vida, pero más aún, los paisajes y las formas dentro del arte pictórico:
si los lugares
y los movimientos son generados
es la materia del color
su onda partícula
la unidad que nos impulsa
y crea paisajes y otras semejanzas
Del amor a la vida de Lucila Velásquez se forma el insomnio. Con este lenguaje amoroso del espacio-tiempo y naturaleza, se descubren las fuerzas poéticas que la anuncian, más allá de la belleza de lo real y el cosmos. Su razón de ser con ella y con el mundo que la rodea parte del cosmos y hace de su lenguaje un espacio abierto al universo.
la costumbre de escrutar la noche
en la iluminación de los espejos
devuelve la incandescencia del insomnio
a una noción del tiempo
que aún demora ser alba
en el labio convicto y confeso
pronunciando el verbo amar
hasta en la sangre y los últimos besos
Con extrema ternura leemos de la libertad de la vida, donde la poeta se convierte en prestidigitadora de la naturaleza, nos cubre con sus imágenes, juega con las palabras y las coloca frente a frente con la belleza; nos describe la soledad y sus múltiples batallas como la antítesis de la libertad, la libertad del cosmos, que se encuentra en el hombre mismo. La jaula es nuestro pensamiento, las ciudades del alma, escondite. De aquí que entreguemos al lector textualmente el poema presagio:
una flor que no existe
y de pronto aparece
en los solecismos de la naturaleza
pudiera ser presagio
de una razón de ser en estado embrionario
que ya habla de sí misma
con un acento extrovertido
de la palabra de la primavera
que aún no comprenden los pájaros
ni el hombre
Y así, tomando como bandera es espacio-tiempo, la belleza y la imagen creadora que devora al hombre dentro de su soledad, Lucila Velásquez se despide en forma casi teatral. Como si estuviera frente a frente nos habla rindiendo culto al cosmos, con las rosas entreabiertas de sus manos, con la frescura que la baña, con una espontaneidad espejo de su alma, haciendo nuevas realidades:
y es soledad de sílaba
que se conjunta con el tiempo
cuando se queda a iluminar
las entrecomas y los entreabiertos
de algo que se demora todavía
hasta la próxima textura